Punta Arenas, 22 de Julio, 2011.
Sr. Coordinador General de este encuentro, querido ex alumno don Jorge Bórquez, directiva Centro de Alumnos y de Amigos del Liceo, queridos ex alumnos don Luis Godoy y don Humberto Hurtado, queridos ex alumnos, muy recordados amigos y amigas ex paradocentes y ex profesores.
Mis primeras palabras son de profundo agradecimiento y van dirigidas especialmente a Uds ex alumnos barrerianos, como se han bautizado, por haber querido compartir con los que fueron sus profesores y paradocentes- en ese tiempo Inspectores- este hermoso, emotivo y tan bien organizado encuentro.
La primera información sobre el “Junte” la tuve hace bastante más de un mes, por un llamado telefónico de Jorge Bórquez. Mi decisión de venir fue casi inmediata. Comenzaron días muy agradables, con noticias diarias y con el avance de los preparativos…hasta que llegó el primer programa de actividades: en el punto 7 del día 22 de Julio, decía: palabras de representante de profesores (Sra. Gabriela Caviedes o señor Fulvio Molteni.
Me vino un susto enorme. Hace casi 14 años que dejé la educación y nunca más hice un discurso, pocas veces he tenido que dirigirme a grupos de personas y mi primer impulso fue decir NO. Pero por otra parte, consideré que de los profesores que asistiríamos, soy la que primero llegó al Liceo y la de más larga permanencia en él, siendo una de las últimas en dejarlo; por lo tanto, no podía negarme a este honor que me estaban confiriendo. Debo decir que Adolfo Miranda estaba antes que yo y como además es ex alumno, completó muchos años en el Liceo.
Lo que diré a continuación no es en realidad un discurso, sino la hilación de recuerdos y una que otra reflexión.
Llegué por primera vez a esta ciudad, con la intención de pasar dos meses de vacaciones, en diciembre de 1957, y al Liceo de Hombres de Punta Arenas el 18 de agosto de 1958. El nombre de Luis Alberto Barrera vendría a comienzos de la década del 70, gracias a una ley que propició el diputado y ex alumno Tolentino Pérez Soto. La nominación de B-2 llegaría a comienzos de la década del 80, con la municipalización de la educación.
Como decía anteriormente, llegué al Liceo en 1958, permanecí aquí ininterrumpidamente hasta marzo de 1989, regresé en 1997, para irme definitivamente ese mismo año, en diciembre, después de 39 años. No pude haber tenido un mejor final que el de reencontrarme con mi querido Liceo del que me había alejado muy triste y sin pedirlo.
Dejé Punta Arenas en febrero de 1998, poco más de un mes después; es decir, permanencia en Punta Arenas y vida en el Liceo son para mi casi una misma cosa.
En 1958 era Rector don Ángel Rivera Rioseco, yo tenía 24 años y él, sin ser un hombre de edad, podría haber sido mi padre. Después vinieron don Eleazar Cabrera, don Carlos Zúñiga y don Antonino Reyes. Hasta él llegaron los Rectores mayores que yo. En 1977 jubiló don Antonino y asumió Santiago Guic. Habíamos ingresado el mismo año al Instituto, Pedagógico en de la U de Chile, en Santiago y habíamos llegado al Liceo el mismo año. Después llegó, traído desde Santiago, Eduardo Acuña, era muy joven, tenía 28 años, y finalmente cuando me retiré , y desde 1982 era Director un ex alumno mío, Sergio Radic Kusanovic. De los siete rectores con quienes trabajé, cinco ya no están con nosotros.
Desde que me fui he regresado dos veces a Punta Arenas, para el centenario del Liceo y ahora, por la invitación de Uds.. El Liceo ha sido en ambos casos el incentivo para el retorno.
Un poema francés dice “partir es morir un poco”. Hoy yo agregaría “Volver es revivir mucho”.
Hablo con mucho entusiasmo y nostalgia de la vida liceana de mi época, de la múltiples actividades que se desarrollaban, de sus alumnos, inspectores, profesores, auxiliares, quienes tenían ayer como hoy, un rol importante que cumplir.
Esto no significa que todo haya sido color de rosa, pero todos sabemos que el dolor causado por incomprensiones, desilusiones, trabajo no reconocido y por diversos problemas propios de todo grupo humano, pasa, pero la experiencia, la templanza y la madurez que ayudaron a lograr, permanecen y te acompañan para siempre.
El Liceo sigue vivo en mi porque me permitió ser lo que siempre deseé.
Amé lo que hacía y a los niños y jóvenes para quienes lo hacía. Ellos fueron además, mis mejores maestros para aprender sobre sentimientos y afectos, a través de sus diferentes formas de lenguaje y también a través de sus silencios.
El profesor pasa gran parte de su vida en contacto con sus alumnos y en su afán por conocerlos para ayudarlos a crecer, crece junto a ellos y también, gracias a ellos. Con la mente y el corazón abiertos se va aprendiendo a descifrar su raudal de mensajes.
Han pasado entre 30 y 40 años desde que Uds. egresaron, la memoria cognitiva se va desdibujando y se olvidan hechos puntuales, pero la memoria afectiva permanece intacta y nos permite recordar que la permanencia de Uds. fue un período hermoso.
Este encuentro es una ratificación de ello. Nuevamente tenemos la oportunidad de ver cómo se ponen en acción los mejores sentimientos para poder reunirse a recordar una etapa de la vida que si no hubiera sido grata no justificaría tanto esfuerzo.
Miro hacia atrás y recuerdo, por ej. a Jorge Risco, con su hermosa voz compitiendo en Festivales de la Canción, a Chepo Sepúlveda, también por su voz y porque se sentía más cómodo echando tallas que aprendiendo francés. Recuerdo a Nelson Pavlov, distraído, una vez, leyendo un pequeño papel; se lo pedí y no me lo entregó, se lo tragó. Y yo quedé con la curiosidad de saber qué decía ese famoso papelito; a lo mejor, ahora me lo aclara.
Recuerdo a Walter Neracher diciendo en una parte de su discurso de despedida “el profesor no enseña lo que sabe, no enseña lo que quiere, enseña lo que es”. Tremenda lección para quienes quieran aprenderla
Los profesores de mi generación y algo posteriores fuimos preparados para educar a jóvenes sin definir bien, de acuerdo a qué características. Afortunadamente nos desenvolvimos bastante bien con las que Uds. tenían pero por sobre todo, porque cuando nosotros fuimos alumnos no éramos diferentes a Uds.. Sin embargo creo que la mayoría de nosotros no se sentiría preparado para educar a los jóvenes de hoy. Esto hace que aumenten aún más nuestras añoranzas y buenos recuerdos de cuando Uds. fueron nuestros alumnos.
Antes de partir me llamó por teléfono la Sra. Berta Bascour, quería hacer llegar un cariñoso saludo a todos sus ex alumnos y organizadores de este evento.
Quiero también hacerles llegar el saludo cordial de un ex liceano egresado en 1953 y con el que hace más de 54 años vamos juntos por la vida.
Hoy es un día hermoso para mi, se concreta nuestro encuentro, despierto con la ciudad hermosamente nevada como sólo la conservaba en mis recuerdos y me informo por el diario que un ex liceano ha sido designado Ciudadano Ilustre. Juvenal Henríquez es uno de mis primeros ex alumnos.
Volvamos al Liceo de hoy, el que nuevamente estuvo dispuesto a través de sus autoridades, a abrir sus puertas para recibir a quienes en días ya idos cobijó en sus aulas. La apertura literal no se produjo, por razones conocidas, pero el deseo y la disposición han estado presentes.
Regresamos en un momento en que se vislumbra para él, un porvenir muy promisorio, por lo que sentimos una íntima alegría y satisfacción.
Vaya para toda la comunidad educativa nuestros mejores deseos de éxito a través de alumnos que sobresalgan en lo intelectual y sobre todo en calidad humana, para que el Liceo B2 Luis Alberto Barrera siga siendo por siempre un rayo de luz que ilumina.
Muchas gracias.
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