"CRÓNICAS DEL PASADO".....Por> Francisco Cárdenas...
Seguro habrás notado que te adjunto unas fotos que tal vez para ti no tengan ningún sentido, pero ello obedece a que ayer en la mañana salí a caminar muy temprano, dirigí mis pasos hacia un lugar muy bonito al lado del Estrecho de Magallanes y que es un paseo que me encanta, me refiero a la Costanera del Estrecho, así se llama. Esta vez, en vez de dirigir mis pasos hacia el norte como hago siempre, lo hice hacia el sur. Mucho frío por la mañana, caminé a lo largo de la costa, observando lo bella que lucía mi ciudad a esa hora, casas bien arregladas, todo en orden. Llegué a un lugar donde hace pocos años había un astillero, en el cual trabajé hace mucho tiempo, por espacio de diez años. Observé lo que queda de ello, los viejos veleros de metal, que un día recorrían los mares del mundo y hoy yacen varados en la playa, mientras caminaba podía ver en mi imaginación el velamen de esas naves, desplegado al viento, sus tripulaciones bajando a tierra, tal vez en busca de algún amor ocasional, aunque sea pagado solo para satisfacer sus ansias humanas; o tal vez para abandonarse ebrios en algún bar de la época. Qué imaginación la mía.
He llegado a la última calle principal que da acceso a una antigua población, decido doblar hacia el cerro, hacia la montaña, a medida que voy subiendo, el aire se hace más frío, observo como este lugar que hace poco era tan periférico, está ahora más cerca del centro de la ciudad, urbanizado, cuidado por sus habitantes, muy bello. Sigo subiendo hasta llegar a una población mucho más antigua que la anterior. Este lugar es muy especial, al comienzo de los comienzos, fue construida por gente venida del archipiélago de Chiloé, que llegaron a la Patagonia a trabajar en las grandes "estancias" ganaderas y durante los inviernos iban construyendo sus casas en ese sector. Hoy es una gran comuna de Punta arenas, muy bien organizada. A medida que voy caminando y me pierdo entre calles y casas de madera, algo extraño sucede, noto que hay un silencio profundo, no se escuchan automóviles u otros ruidos, todo se aquieta, es como si ese sector de la ciudad estuviera dormido, sin habitantes.
Miro hacia la montaña, toda nevada, diviso el club andino, hermoso centro de esquí con vista al mar. Percibo de pronto un aroma que me transporta a mi niñez, si, de algunas casas sale humo, son casas calefaccionadas a carbón y leña, todo esto me transporta a tiempos maravillosamente felices, a larguísimas tardes de invierno en la laguna de patinar, cuando los días eran eternos y era dueño de la felicidad.
Llego a una esquina y encuentro una casa de madera que llama mi atención, de forma rectangular, como una caja, pintada de azul y muy bien conservada, antigua, pero con una antena parabólica , seguro sus moradores están conectados al resto del mundo, lo encontré un poco surrealista, me detengo, tomo unas fotos y sigo unos pocos pasos hasta llegar a otra esquina donde mi mente se pregunta y se contesta sola, veo un cuadro muy interesante, el patio de una casa tremendamente desordenado y lleno de cosas inservibles, pareciera que nunca lo han ordenado. Un pequeño gran detalle llama mi atención: hay muchas varas de madera verticales, cada una de ellas con un avioncito en la punta, afinando un poco más mi visión noto que los aviones están construidos con desechos plásticos tales como botellas y esas cosas, me da la impresión de que el constructor (amante de los aviones) tiene una tremenda intención ecológica de salvar al planeta, no dejo de reír para mi interior.
Sin querer voy saliendo de este sector y llego a una gran avenida, ruido de autos ahora, gentes, micros grandes, barullo, estoy más cerca del centro de la ciudad, Una casa de arquitectura moderna con una gran antena de telefonía celular llama mi atención ahora, estoy en el barrio donde he nacido, casas nuevas como la descrita y las casas de mi infancia. Llego a una avenida más quieta, donde en los largos inviernos nevados solíamos tiranos cerro abajo en trineo. Esta misma avenida inspiró unos versos escritos hace largo tiempo (sin ninguna pretensión literaria) y que te adjunto en este correo. Veo el árbol donde nos subíamos con los chicos del barrio y que para nosotros y nuestra imaginación era la guarida de Batman y Robin.
Y así, lentamente voy llegando al centro de la ciudad y mi marcha llega a su fin, como si hubiera hecho un viaje al pasado, logré ser niño de nuevo, volví a ver las gentes que acunaron mi infancia...me digo a mi mismo que debo compartir un poquito de esto, me prometo a mí mismo que lo haré, y aquí estoy, escribiendo estas locas líneas.
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